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Esta Tierra es mi Tierra

Tiempo de lectura: 7 minutos

Los pensamientos de la tierra son mis pensamientos.
La voz de la tierra es mi voz.
Todo lo que pertenece a la tierra me pertenece.
Todo lo que rodea a la tierra me rodea.
Qué hermosa es, qué hermosa es!

Canto de los Indios Navajos

La tierra

La tierra es el lugar en el que vivimos mientras viajamos por el espacio interestelar. La madre tierra, Amalurra en euskera, nos alimenta, nos cuida y nos protege en ese viaje entre las estrellas. En una cueva en el monte Amboto, cerca de Durango, donde nací, dicen que vive Mari, la diosa madre que rige la tierra y que cuida de quienes vivimos sobre ella: plantas, animales y seres humanos. En el monte y los bosques están también los seres invisibles que la hacen habitable para nosotros: gnomos, ondinas, nereidas, hadas, devas, elfos, silfos, sílfides, lamias, basajaun, xanas, silvestres, trasnos, ventolines, mouras, follets…, diferentes nombres en diferentes culturas de los invisibles que sustentan la naturaleza: tierra, agua y aire.

El Génesis nos recuerda aquello de “quia pulvis es et in pulverem reverteris” (polvo eres y al polvo volverás). Adam, el primer hombre, fue hecho del barro; Adam Kadmon es el hombre primordial, el arquetipo del ser humano en la tierra. También nos han contado que somos polvo de estrellas, que nuestros átomos están hechos de los restos de antiguas estrellas. Mikel Laboa, gran cantautor vasco lo cantaba en ese hermoso poema de Xabier Lete, Izarren Hautsa, donde dice que el polvo de estrellas se convirtió un día en germen de vida, y que el ser humano tiene que hacerse uno con la naturaleza, uniendo sus raíces con la tierra. 

La naturaleza siempre ha sido un motivo de inspiración para los poetas, y a lo largo de los siglos ha sido considerada como un libro abierto, ya que su estudio nos lleva al conocimiento del Universo o de Dios, el señor del Universo. El ser humano es el microcosmos dentro del macrocosmos o universo, y la naturaleza del ser humano es una parte de la naturaleza que nos rodea. Estamos integrados en la tierra y somos parte del cosmos al que pertenecemos por propio derecho.

Salud por los cuatro elementos

Heráclito dejó escrito aquello de que la salud humana es un reflejo de la salud de la tierra; no en vano, nuestros cuerpos están formados por un sistema al que llamamos organismo, y dicho organismo está constituido por procesos “orgánicos”, que no mecánicos, es decir, por los mismos procesos de la naturaleza, de la tierra y del cosmos.

Los seres humanos vivimos en la tierra gracias a la energía que nos aportan los cuatro elementos: la tierra, el agua, el aire y el sol. El contacto con estas fuerzas cósmicas que se manifiestan en la tierra en forma de los cuatro elementos, nos aporta energía para curar nuestras enfermedades y mantener la salud física, emocional y psicológica. 

Alimentos vivos

La tierra, como madre que es, nos ofrece sus mejores alimentos, los alimentos más sanos; las frutas, las verduras, los frutos secos, los cereales, las legumbres… Todos estos alimentos han recogido la energía de los cuatro elementos de la naturaleza, de la tierra, el agua, el aire, y el sol, y han extraído el quinto elemento, la “quintaesencia” o energía vital. Los alimentos vivos son concentrados de la energía destilada de la naturaleza que nos cuida y nos protege. 

Las frutas y verduras contienen la energía solar y la energía telúrica, aquella que se encuentra sobre la superficie de la tierra y bajo ella. El cuadro de ajedrez no es más que la representación de las corrientes telúricas, de las corrientes electromagnéticas de Gea o Gaia, la diosa de la tierra entre los griegos. Hoy en geobiología, la ciencia que estudia los procesos vitales de la tierra, se conocen como las corrientes de Hartman y Curry, que en perpendicular unas con otras se entrecruzan, tejiendo el entramado de la vida, como en un bello y maravilloso telar. Dichas corrientes son la urdimbre sobre la que teje la diosa que “habita” en el centro de la tierra. Representa a la savia que corre por las venas de la madre tierra. 

Color y forma

La madre tierra nos nutre, con su savia y sus alimentos. Siempre digo que tenemos que comer color, y la tierra, generosamente, nos ofrece un arco iris de alimentos, desde el amarillo de un limón, un plátano o un melocotón, hasta el violeta de una berenjena, una ciruela o una remolacha. Color y forma. En el color y la forma están las energías y las fuerzas de la naturaleza. Nuestro cuerpo desorganiza la sustancia que ingerimos de la naturaleza para extraer sus fuerzas y revitalizar al organismo. 

Rudolf Steiner decía que la planta verde es la planta visible de un campo de energía en espiral, y como visionario que era, anunció que la medicina sólo será una ciencia cuando para cada enfermedad se sepa aplicar, en paralelo, una sustancia de la naturaleza. Esa es la medicina del futuro. Los chamanes, de hecho, cultivan la habilidad de extraer de su entorno el saber que les proporciona la Madre Tierra.

Alimentos vs comestibles 

Los alimentos que nos ofrece la naturaleza son nuestra mayor fuente de salud, aquellos que en su estado natural y sin mucha preparación ni manipulación son atractivos por su sabor, su aroma, su color y su forma. Los alimentos que nos ofrece la tierra están llenos de vida, a diferencia de los comestibles que con frecuencia llenan nuestros platos. Una sustancia que podemos comer es un comestible, pero un comestible no siempre es un alimento, y menos aún un alimento adecuado para la especie humana. No todo lo que ingerimos favorece nuestra salud. ¿Los mejores alimentos? Los más frescos, los que no tienen etiqueta.

Además, en estos tiempos de apariencias, elegimos los productos que nos parecen más atractivos a nuestra vista, por delante de los más saludables. No nos importan sus propiedades nutritivas, su calidad biológica, la cantidad de vitaminas, minerales, enzimas, etc… Los supermercados están llenos de manzanas y naranjas llenas de ceras brillantes que nos parecen más sugerentes. Ciertamente estamos en el mundo de la apariencia, no en el de la transparencia. Hasta lo que nos venden como “natural” está ampliamente desnaturalizado. El mundo natural retrocede y nos invade el mundo de lo artificial, de los químicos, de los plásticos, de los ordenadores y de las ondas electromagnéticas.

El contacto con la tierra

En los últimos tiempos hemos perdido la integración con la naturaleza que como seres humanos vivimos desde hace miles y miles de años. Cuando transformamos las energías de la tierra y las humanizamos mantenemos o recuperamos la salud. Pero los seres humanos que nos autoproclamamos civilizados, hemos cortado casi el cordón umbilical energético que nos une con la naturaleza y con el universo de la que somos parte, el spiritus mundi o espírutu del mundo, que es el principio vital, la fuerza que mueve el universo en manifestación. El ser humano se forma en la “cultura” pero no olvidemos que además crece con “natura”. Si cortamos la unión con “natura” descenderá nuestra energía y nuestra capacidad de vivir, y la capacidad de vivir es lo que nos queda en un mundo en el que predomina el pensar sobre el sentir. El ser humano que no tiene contacto con la tierra es un ser “desterrado”.

Cuando caminamos descalzos en la hierba o en la arena de la playa estamos integrándonos con la tierra, sintiendo su energía, su electromagnetismo. En la orilla de la playa se juntan las fuerzas de los cuatro elementos de la naturaleza, tierra, agua, aire y sol, y la arena, además, es sílice, cuarzo, es luz materializada. El contacto directo con la tierra, con la hierba o la arena nos ayuda en muchas enfermedades óseas y reumáticas

Contemplación de la naturaleza

Todos los días necesitaríamos caminar en la naturaleza mínimo una hora, y sentir nuestro cuerpo interior, al mismo tiempo que el “cuerpo” de la naturaleza en la que vivimos. 

Cuando contemplamos la naturaleza nos nutrimos de ella. No sólo recogemos energía de lo que comemos, sino también de los que vemos, escuchamos, olemos y tocamos. Cuando caminamos por el campo, el bosque o la montaña, además de recoger la energía de los cuatro elementos, captamos los colores de las piedras, plantas, árboles y animales, y con ello nos cargamos de energía y vitalidad. El ser humano necesita parar su diálogo interior, su ruido mental, y recoger las sensaciones que le llegan del mundo que le rodea, necesita bajar a los sentidos, ya que por los sentidos entra toda la energía de la madre naturaleza y también del cosmos: el prana, chi, ki, ruah, archeus, elan vital, orgón…la energía vital de Natura. 

Ritmo y armonía

La tierra nos nutre, con su aroma, con el olor de la tierra mojada, de las flores, las plantas y los árboles, con la armonía de sus sonidos, el canto de los pájaros, el viento soplando entre los árboles, nuestras pisadas al caminar. Es así como podemos encontrar nuestro ritmo y nuestra armonía, y la salud siempre tiene que ver con la armonía o el mantenimiento de un ritmo. Cuando se pierde o cambia el ritmo hablamos de enfermedad o disarmonía. Es entonces cuando aumenta el pulso cardíaco, disminuye la capacidad respiratoria o la capacidad de filtrar la sangre por los riñones, se acelera o disminuye el movimiento intestinal, se aceleran los latidos del corazón… La cadencia de la naturaleza nos ayuda a sentirnos mejor y recuperar el ritmo interno perdido. El silencio nos ayuda a conectar con nuestro silencio, y ya sabemos que hace más ruido un árbol que cae, que un bosque que crece.

Todos los grandes místicos de occidente y oriente han manifestado su predilección por la contemplación de la naturaleza, de la tierra como ser vivo que nos mantiene, sostiene, protege y nutre. Rabindranath Tagore decía que los árboles son los esfuerzos de la tierra para hablar con el cielo que escucha. La Biblia también hace numerosas referencias a la naturaleza, y nos invita a aprender de la naturaleza: “Mirad los lirios del campo, como crecen, ni se afanan ni se enredan”. Peter Deunov lo decía de otra manera: “La justicia es la bella distribución de la luz, el calor, la fuerza y los dones que tan generosamente nos da la naturaleza”. 

El descanso de la tierra

Pachamama era la diosa de la tierra para los incas, una madre que, según ellos, también necesita descanso. Entre los quechuas de los Andes, el descanso de la tierra es indispensable para su regeneración orgánica. De esa manera la madre tierra puede seguir nutriéndonos en salud. Igual que en los seres humanos, nuestro cuerpo y nuestra mente, se regeneran durante la noche, la tierra necesita igualmente descanso.  Las generaciones anteriores a nosotros lo sabían muy bien, y por ello aplicaban la técnica del barbecho; cada año, de forma rotatoria, dejaban una parcela del terreno sin cultivar, en descanso, para que la tierra se regenerase. 

Hoy en día la explotación intensiva de la tierra está agotando sus propios recursos de auto-regeneración. Actualmente sólo pensamos en producir y producir, la tierra que es utilizada en exceso va perdiendo su vitalidad. El exceso de regadío intensivo y el cultivo con abonos químicos, nos dará a corto plazo muchos productos, más grandes, pero inevitablemente de menor calidad biológica y energética. 

La tierra necesita en estos momentos “cuidados intensivos” para recuperarse del agotamiento infligido por la sobreexplotación. Es tiempo de reutilizar, reparar, reducir y reciclar, ya que sino, como dice ese proverbio de los indios americanos, sólo cuando el último árbol esté muerto, el último río envenenado, y el último pez atrapado, nos daremos darás cuenta de que no podemos comer dinero. Como parte de ella que somos, es nuestra responsabilidad cuidar de la naturaleza.

Incorpora la tierra en ti 

Vamos caminando sobre la tierra, nuestra madre, Amalurra, Gaia, Pachamama, y os sugiero para incorporar las energías de la  madre tierra, caminar descalzos de vez en cuando, pisar el rocío de la mañana, cultivar la tierra, poner vuestras manos en contacto con la tierra, tocar las árboles, apoya la espalda sobre uno de ellos, con la mano izquierda en el árbol y la derecha en el plexo solar (boca del estómago), aplicaros barro o arcilla en vuestros cuerpos y sentiros conectados con el universo del que somos parte.

Cuidemos la tierra, nuestra tierra!

Dr. Karmelo Bizkarra Maiztegi

Director médico del Centro de Salud Vital Zuhaizpe

2 respuestas

  1. Que bonito Es recordar cosas interesantes ,aunque hayas escuchado anteriormente.Gracias por todo Carmelo y a todo el equipo.
    Béste bat arte……..

  2. Cuanta verdad hay en estas reflexiones. Os he descubierto recientemente y tengo que decir que me identifico totalmente.
    Estoy en contacto permanentemente con la naturaleza, ya que vivo en un pueblo de la ribera de navarra al lado del parque de Moncayo.
    Me encantaría conoceros algún día. El proyecto de vida que tenéis en marcha me parece una maravilla.

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Julio Arroyo

Julio Arroyo García Abad

Jefe de cocina del Centro de Salud Vital Zuhaizpe, pionero y experto en agricultura biodinámica en España. También da clases de cocina y es especialista en transformados lácteos, panadería y pastelería ecológica. Artista polifacético, además de hacer alguna incur- sión en la pintura, es un apasionado de la cerámica.

Karmelo Bizkarra

Licenciado en Medicina por la Universidad del País Vasco en 1979, aboga por una medicina integrativa y humanística. Es un pionero en España de la medicina higienista, especializado en medicina antroposófica y espagírica, experto en terapias psicocorporales y referente en el ayuno terapéutico. Fundador y director médico del Centro de Salud Vital Zuhaizpe, ha dado cientos de conferencias y entrevistas y ha escrito varios libros sobre salud, alimentación, ayuno y emociones.

Amalia Castro - Foto Bio

Amalia Castro

Amalia Castro Menéndez es licenciada en Derecho por la Universidad de Santiago de Compostela (1995) y en Psicología Clínica por la UNED (2005) y se ha especializado en diferentes técnicas psicocorporales y terapias humanistas: terapia corporal bioenergética, terapia Gestalt, coaching coactivo, eneagrama, constelaciones familiares, constelaciones estructurales, facilitación sistémica y constelaciones circulares. Es directora del Centro de Salud Vital, Zuhaizpe, y coordinadora del Área de Salud Emocional.